Calella posiblemente sea sinónimo de diversión. A tan sólo 60 kilómetros de Barcelona, cuenta con innumerables terrazas, restaurantes y una animada vida nocturna que, junto con sus playas, ofrecen una atractiva oferta al viajero. Calella es sinónimo de diversión y buen ambiente. También de juventud.
Su casco urbano se extiende a lo largo de tres kilómetros, entre las playas de arenas doradas del Mediterráneo y las últimas estribaciones del Montnegre. Esta excepcional ubicación hace que sea un destino costero de primer orden, galardonada en numerosas ocasiones con el distintivo de calidad europeo de Bandera Azul. Sus playas con magníficos y cómodos servicios, facilitan la estancia de sus viajeros.
La zona más antigua de esta población barcelonesa se encuentra en torno a la iglesia de Santa María, una construcción neoclásica de portada barroca. Su patrimonio artístico continúa de la mano de la Casa de los Salvador (s. XIV), la Casa Sivilla (s. XVI) y la capilla de San Quirze y Santa Julita. La antigua Fábrica Llobet-Guri y Mercado Municipal son otros importantes monumentos que el viajero no debe perderse.
Sin embargo, sabemos que son sus calles peatonales y sus comercios lo que mayor concentración de público atrae. Calles peatonales invitan al paseo por su interior, donde poder parar a tomar algo o a comer en cualquiera de las muchas alternativas que nos ofrecen.
El Paseo Marítimo nos muestra la fachada mediterránea de Calella y conduce al visitante a la zona del faro. Esta construcción marinera, que se ha convertido en el símbolo de la ciudad, se eleva sobre un promontorio que domina todo el perfil costero y de donde seguro vendrás con una foto.
